* Conseguir una contra el covid-19 en los próximos 18 meses o dos años representaría un récord en su elaboración, pero debería ser accesible a toda la población.
Redacción RD:
CDMX 02 junio 2020.- El Gobierno de México ha informado que el país
participa en un esfuerzo internacional, coordinado por la OMS, para el
desarrollo de una vacuna o fármacos contra el covid-19, aportando recursos
financieros y especialistas; ese organismo tiene registrados más de 120
proyectos que buscan lograrlo.
A decir de Jaime
Ortega López, investigador del Departamento de Biotecnología y
Bioingeniería del Cinvestav, una vacuna es toda preparación biológica
destinada a generar inmunidad contra alguna enfermedad; son de dos tipos:
profilácticas, para prevenir la enfermedad, o terapéuticas cuando se usan en su
tratamiento.
Las
moléculas que estimulan la inmunidad se les conoce como antígenos, pueden ser
una suspensión de microorganismos muertos o atenuados, de productos derivados
de éstos, como proteínas y polisacáridos, e incluso la secuencia de ADN o ARN
que codifican esos antígenos; en su mayoría se aplican mediante inyección o
formulaciones orales.
El
desarrollo de una vacuna es un proceso largo y costoso, de manera general se
puede dividir en cuatro etapas: búsqueda de antígenos; desarrollo de los
procesos de producción de esos antígenos y pruebas en modelos animales
(preclínicas); pruebas en humanos (clínicas), y finalmente su producción y
licenciamiento para su liberación al público.
Además,
como cualquier otro biofármaco, las vacunas deben producirse bajo procesos de
buena manufactura (GMP, por sus siglas en inglés); es decir, en condiciones de
esterilidad y estrictos controles de calidad, cuyo objetivo es evitar cualquier
contaminación y garantizar su seguridad; todo el proceso implica la conjunción
de recursos humanos especializados y una fuerte inversión financiera que puede
ejercerse de 10 a 20 años.
En la
búsqueda de antígenos, actualmente se cuenta con información que proporciona la
secuencia de los genomas de agentes infecciosos, así como con mejores
herramientas bioinformáticas para facilitar su selección; la biotecnología
moderna también ofrece herramientas que ayudan a producirlos en forma
recombinante, es decir, generarlos de manera segura en biorreactores usando
otros organismos, diferentes a los patógenos, como bacterias, levaduras,
células de insecto o incluso humanas.
“El
conocimiento actual sobre el sistema inmune aún es insuficiente para prescindir
de las pruebas preclínicas en animales; en esta etapa, de manera simultánea, se
deben desarrollar procesos robustos y reproducibles para la producción de los
antígenos, realizar la formulación, así como los estudios de estabilidad o toxicidad”,
explicó el investigador.
La etapa
de pruebas clínicas en humanos tiene tres fases: la primera aplica la vacuna en
unos cuantos individuos, a fin de probar la respuesta inmune o posibles efectos
secundarios; en la segunda, se administra en un mayor número de personas; en la
tercera, se prueba en miles de individuos con el objetivo de desmostar su
eficacia y seguridad.
Estas
medidas hacen que las vacunas sean los productos biológicos más seguros y
probados antes de su autorización; además, a partir de su liberación para su
uso en la población, se continúa con un monitoreo constante con el objetivo de
corroborar su eficacia y descartar cualquier efecto secundario.
Conseguir una
vacuna contra el covid-19 en los próximos 18 meses o dos años representaría un récord en su
desarrollo; en el caso del ébola, con un esfuerzo de varias compañías
coordinado por la OMS, se logró aprobar una en cinco años, pero casos como el
del VIH a pesar del esfuerzo e inversión aún no se logra obtener una eficaz y
segura, señaló el investigador.
Los
proyectos para desarrollar una vacuna contra el covid-19 proponen diferentes
alternativas de antígenos, desde virus atenuado, inactivado, proteínas
recombinantes producidas en diferentes plataformas y, por primera vez, se han
autorizado ensayos en humanos de vacunas basadas en ácidos nucleicos, tanto de
ADN como de ARN, lo más importante es que se encuentren al alcance de todos.
“México
cuenta con recursos humanos con estudios de posgrado capacitados en esta área y
existe la infraestructura para la producción de vacunas de uso humano en
empresas públicas o privadas. Sin embargo, si el país aspira a mejorar la salud
pública con la producción de sus vacunas o participando en esfuerzos
internacionales para responder a pandemias como la actual, es imperativo aumentar
los recursos humanos y mejorar nuestra capacidad instalada”, concluyó Jaime
Ortega López.