* Que originalmente desechada que se convirtió en bestseller. Aborda un tema de actualidad: “La desaparición de una mujer”. A ocho meses de haber visto la luz, el libro cuenta ya con 10 reimpresiones.
Redacción RD:
CDMX 09 diciembre 2019.- Una mujer disfruta de la soledad
de una playa mientras lee un libro. Precedido por el sonido de su risa, un niño
a quien le falta la mano izquierda, enfundado en un traje de baño color verde
mar, aparece en la escena interrumpiendo su lectura. Atrás de él se encuentra
un hombre; presumiblemente es su padre… Al día siguiente ella es
reportada como desaparecida. Ese es el punto de partida de la investigación que
ocupa al acucioso inspector Leo Caldas, en la más reciente novela del
multipremiado escritor Domingo Villar, El último barco, un relato
apasionante y de temática actual que apenas a ocho meses de haber visto la luz
cuenta ya con 10 reimpresiones.
El libro
está conformado por una serie de capítulos breves escritos a manera de cuentos,
que propician una lectura ágil y ligera, donde al inicio de cada uno de ellos
Villar emplea un vocablo y sus diversas acepciones a manera de título. “Me
gusta la polisemia y utilizo esta fórmula por varios motivos: en primer lugar
es un homenaje a la paleta de pintor con la que trabajo, que son las palabras.
Es una metáfora de la novela policiaca en donde un hecho puede tener una
apariencia y después una respuesta diferente, inesperada. Lo mismo sucede con
las palabras: siempre hay una definición más concreta que está recogida de
manera expresa en el texto, y que alguien podría jugar a encontrar. También
está la parte donde los campos semánticos son más amplios, más abstractos y ese
significado es el que da título al cada capítulo”, explicó al respecto.
El último barco, es un reflejo de la realidad
que priva en muchos lugares, pues habla de “las prioridades arbitrarias de los
funcionarios públicos, al tiempo que carga contra la libertad con la que
algunos alcaldes, concejales y arquitectos modifican la fisonomía de las
ciudades para enriquecimiento de algunos. Además se refiere a la pesca
intensiva y la crisis que está despoblando Europa de fábricas y que se está
llevando los trabajos a lugares más baratos. Escribir es reflexionar acerca del
mudo y una novela negra es un vehículo fantástico para hacerlo. Para contar,
con la excusa de una investigación policial, cuál es la realidad de la sociedad
en la que se desarrolla la historia”.
Al hacer
referencia a los protagonistas de El último barco, Domingo Villar comentó: “Es verdad que
Caldas es un poco lacónico, lánguido, más tranquilo y apacible que Estévez,
quien viene de Aragón, un lugar donde las palabras se dicen de una forma más
directa y, claro, cada vez que pregunta algo los gallegos no saben contestar
con la concreción que él quiere. Es un policía impetuoso, iracundo en
ocasiones, que tiene la mano un poco larga y produce situaciones dispares, pero
tener un personaje de fuera, como él, me ayudó a contar cómo es mi tierra, pues
a través de sus ojos puedo decir cómo son los paisajes, las costumbres y todo
aquello que admiraría a un recién llegado, y que para alguien que vive en el
lugar en donde se narran los hechos (refiriéndose a Vigo) la cotidianidad
le impide observar los detalles concretos y las particularidades de cada cosa”.
La obra,
tercera de la saga policiaca donde el taciturno inspector Leo Caldas, paisano
del autor, y el impetuoso aragonés Rafael Estévez, vuelcan sus esfuerzos para
ordenar una maraña de pistas sin sentido aparente a fin de desentrañar el
misterio de la desaparición de Mónica Andrade, fue escrita de manera simultánea
en español y gallego. “Traducir un texto no es cambiar unas palabras por otras.
Es descomponerlo, ir al sustrato y volver a armar las frases otra vez desde el
principio. El gallego y el español son lenguas primas hermanas. El gallego es
más irónico, socarrón y concreto, pero el español es más amplio. Escribir en
dos lenguas me permite filtrar dos veces el texto, depurarlo y hacerlo mucho
más fluido para conseguir algo que me obsesiona: que los lectores entren en la
historia con naturalidad, sin fricciones”, afirmó Villar.
En 2013
el libro, cuyo título iba a ser originalmente Cruces de piedra,
cuenta el novelista gallego: “Tenía ya título, cubierta, precio e incluso
ejemplares prevendidos. Pero en ese entonces emocionalmente yo estaba en un
lugar distinto del que estaba el libro, pues falleció mi padre. Me encontraba
en plena corrección cuando entendí que no era ese el texto que yo quería
entregar. La primera intención fue darle un barniz distinto, pero tras un par
de meses en el proceso me di cuenta de que lo que tenía que hacer era volver a
empezar y contar la historia –que en el plano policiaco es la misma, acota–
desde otro lugar emocional, y así surgió El último barco. Supongo
que aunque no fue intencional de alguna manera mi situación particular me
afectó, porque terminó siendo una novela policial por fuera y un cuento de amor
a mi tierra por dentro”.
Muchos
lectores se preguntan acerca de si, al igual que La playa de los
ahogados, volumen que precede a El último barco, éste será
llevado al cine, a lo que el autor respondió: “A la pantalla grande no, por su
dimensión. Lo que sí he recibido son numerosas propuestas para hacer una serie
de televisión. Las estoy escuchando haciéndome el duro, sin decidir, pero
supongo que si hay alguien que lo haga bien y hay talento detrás, así como
gente que me ofrezca una garantía artística, ¿pues por qué no?”, concluyó el
literato.
Domingo
Villar nació
en Vigo, España, en 1971. Actualmente es considerado como uno de los máximos
exponentes de la novela negra. Sus libros han sido traducidos a 15 idiomas.
Entre las distinciones que ha recibido se cuentan los premios Antón Losada
Diéguez, Libro del Año de la Federación de Libreros de Galicia, Crime
Thriller Awards y Dagger International, en el Reino
Unido; Le Point du Polar Européen, en Francia, y el Martin
Beck, de la Academia Sueca de Novela Negra, entre otros.