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Juan Sobrino, Gerente de Desarrollo de Negocios en everis, expone los beneficios que trae a las compañías y la sociedad el trabajar en conjunto para poder crear ciudades inteligentes que mejoren la calidad de vida.
Sección de Adolfo
Ruiz Fuentes:
CDMX 08 abril 2021.- Desde hace ya algún tiempo, el
término Ciudades Inteligentes (o Smart Cities) está utilizándose cada vez con
mayor frecuencia para hacer referencia a una serie de cualidades deseables de
un conglomerado urbano para que la vida de sus habitantes sea más cómoda,
segura y eficiente.
Hay, en
ese sentido, muchas definiciones que aplican a este concepto y qué, términos
más o términos menos, comparten similitudes.
En esta
ocasión, quisiera retomar la definición más abarcativa que figura en una
monografía del Banco Interamericano de Desarrollo denominada “La Ruta hacia las
Smart Cities” (2016), según la cual, una ciudad inteligente (y sostenible) es:
“Una
ciudad innovadora que utiliza las Tecnologías de la Información y Comunicación
(TIC) y otros medios para mejorar la toma de decisiones, la eficiencia de las
operaciones, la prestación de los servicios urbanos y su competitividad. Al
mismo tiempo, procura satisfacer las necesidades de las generaciones actuales y
futuras en relación con los aspectos económicos, sociales y medioambientales.
Asimismo,
resulta atractiva para los ciudadanos, empresarios y trabajadores que habitan
en ella, pues genera un espacio más seguro, con mejores servicios y con un
ambiente de innovación que incentiva soluciones creativas, genera empleos y
reduce las desigualdades.
De esa
manera, las Ciudades Inteligentes promueven un ciclo virtuoso que produce no
solo bienestar económico y social, sino también el uso sostenible de sus
recursos con miras a elevar la calidad de vida a largo plazo.
Las Ciudades
Inteligentes usan conectividad, sensores distribuidos en el ambiente y
sistemas computarizados de gestión inteligente para solucionar problemas
inmediatos, organizar escenarios urbanos complejos y crear respuestas
innovadoras para atender las necesidades de sus ciudadanos”.
Es oportuno
destacar que la mayoría de las definiciones ubican al ciudadano como
beneficiario central de las bondades que proponen este tipo de ciudades cuando,
en realidad, este debe ser una parte activa de la solución.
Fue
justamente un ex presidente del BID (Enrique
V. Iglesias, durante el período 1988–2005) quien en forma acertada sostuvo
que “No es suficiente tener ciudades inteligentes. También hace falta tener
ciudadanos inteligentes”, ya que las personas tienen un rol muy importante como
beneficiarios y participantes de las transformaciones, a partir del uso activo
de dispositivos y aplicaciones móviles que facilitan cada vez más el
seguimiento y la colaboración con las políticas de sus gobernantes.
Y es
justamente aquí donde el concepto adquiere probablemente su eslabón más débil,
ya que minimizando al extremo los requerimientos que necesitan cumplirse para
transformar una ciudad en inteligente y sostenible en lo referido a
infraestructura, solo se tratará de inversiones económicas que pueden tardar más
o menos tiempo dependiendo de una serie de factores que en general los define
la agenda política.
Pero
dotar de inteligencia urbana al ciudadano es un desafío complejo y no depende
solamente de inversión económica: implica formar una cultura a largo plazo
donde todos los componentes de una sociedad (ciudadanos, políticos,
empresarios, académicos, medios de comunicación) compartan una serie de
premisas tendientes a ese bien común que es mejorar la calidad de vida de cada
uno. Concluyó Juan Sobrino, Gerente de Desarrollo
de Negocios en everis Argentina