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(Re-editado).
En los primeros años del desarrollo, los padres controlan muchas de las experiencias de satisfacción o de frustración de sus hijos -la mayoría de éstas significativas- por lo tanto, los padres también refuerzan o corrigen las expresiones tempranas de agresión.
Las conductas inadecuadas en los pequeños, pueden ser reforzadas si la información que se les trasmite es ambigua, por ejemplo:
Al momento de reprimir a los pequeños por una conducta negativa, los padres ríen, pues en ocasiones la conducta podría volcarse graciosa, aunque en el fondo sepan que es inadecuada. Para el niño la actitud de los padres minimiza la reprimenda y favorece la conducta inadecuada. Los padres pretenden tener niños modelos, pero muchos de ellos no se percatan de que sirven de auténticos modelos para las conductas inadecuadas y agresivas de sus hijos.
Se puede pensar que si un niño es agresivo, está mal educado, es muy enojón, no se sabe comportar o no sabe convivir con otros niños, sin embargo, es importante hacer notar que estas conductas deben ser tomadas en cuenta para descartar posibles trastornos en él o en el núcleo de la familia.
Lo que generalmente propicia estas conductas es el encuentro del pequeño con frustraciones de las que no puede salir favorablemente, o bien porque está en constante contacto con ellas; como por ejemplo, niños expuestos a largas horas sin dormir siesta, pequeños sometidos a demasiados estímulos, auditivos, visuales, etc., falta de horarios y de estructura en rutina, padres a los que se les dificulta establecer límites claros, o bien porque carecen de las herramientas que necesitan para manejar una adecuada capacidad de enfrentar y manejar la frustración; es decir, el buen manejo de las instrucciones y de límites precisos para el desarrollo y la educación.
Entonces, el ser humano a lo largo del desarrollo, está en contacto constante con vivencias frustrantes, desde sentir hambre y tener que aprender a esperar a la madre para saciarla, como querer un objeto y aprender a que no puede tener todo lo que desea, entre otras cosas. Esto lo fortalece, lo obliga a crecer, a buscar y desarrollar estrategias y a experimentar para encontrar la solución, es decir, las frustraciones están presentes y son naturales para el ser humano, siempre y cuando éstas no sobrepasen sus límites y capacidad para manejarlas, hasta el punto de llegar a la agresión.
Un ejemplo preciso, si un bebé no es alimentado adecuadamente y tiene que esperar mucho tiempo para satisfacer la necesidad y saciar el hambre, se encontrará claramente en un nivel de estrés y frustración constante, esto eleva de manera importante su tono muscular. Hay dificultad en la relación de espacio y tiempo, el llanto se vuelve exagerado, etc., y por lo tanto, le es imposible controlar esta frustración que mal manejada le impide a un niño alcanzar metas o lograr la satisfacción de sus deseos, amenaza su autoestima de manera importante, dificulta la relación con los otros y con los objetos ya sea por miedo, por ansiedad o enojo y de ahí surge la agresión.
A la edad preescolar es muy común que la agresividad se desate en el pequeño por la invasión del territorio de éste, es fácil que en esta etapa se dé la intromisión a su espacio inmediato o vital, pues todo lo que el niño encuentran cerca le pertenece, “es mío”, desde sus padres hasta el mundo.
Las agresiones verbales y corporales de los padres amenazan al concepto que tiene el niño de sí mismo y en consecuencia, le provocan un sentimiento de angustia. Hay padres que utilizan acciones agresivas, como señales que para ellos son de afecto como mordidas, abrazos extremadamente apretados, cambios de modulación en la voz; lo que provoca señales encontradas que confunden a los niños, al tiempo que se fomenta la conducta en la que ellos se relacionan con los otros.
El niño inhibido o pasivo llora y se retrae; el niño activo ataca y su agresión le da valentía para enfrentarse a su entorno agresivo, y así resolver de manera equivocada.
En la convivencia entre los niños, los choques por el espacio y juguetes son muy comunes, pero es ahí en donde los padres pueden darse cuenta de lo agresivo que pueden estar actuando sus hijos.
Es muy importante observar si existen este tipo de conductas en su hijo, analizar la razón y manejarlo de acuerdo a la situación sin violentarlo y sin fomentar modelos de agresión inadecuados, o bien acercarse a los expertos. Mayor información contacte: www.andares.com.mx.
Andares; Es una organización multidisciplinaria que a través de diversos procesos de comunicación e intervención psicomotriz, psicológica y pedagógica rehabilita emocional y físicamente a niños, adolescentes y adultos.
Surge en el año 2003, como una idea de Gabriela Cajiga; Máster Internacional en Psicomotricidad y Relajación, quien estableció un centro de terapia psicomotriz con el propósito de que los niños tuvieran la oportunidad de mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Desde entonces Andares ha atendido a más de 300 familias en diferentes terapias.
Andares se especializa en el manejo de diversas disciplinas como: psicomotricidad, terapia de lenguaje y audición, psicología, nutrición y especialidades médicas. Asimismo cuenta con un equipo de especialistas certificados por instituciones nacionales e internacionales quienes además de impartir las terapias brindan asesoría a padres y maestros.
Sólo así podremos evitar que niños de escasos recursos en un futuro sean delincuentes o que caigan en las manos de las drogas o el alcohol.
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